Y el problema de que la prensa no tenga un verdadero compromiso con la verdad es porque los periodistas escriben sobre temas que no conocen.
Se muestran como el brazo hablado o escrito del establecimiento. Reportan lo que les ordenan con amenazas. Muestran demasiada avidez personal por la primicia. Tienen ideas preconcebidas. Hacen justicia paralela. No hablan, o son blandos cuando se trata de los grupos económicos. No tienen en cuenta todos los puntos de vista. Se regodean estimulando las confrontaciones. Tienen demasiado miedo a ser despedidos. Son soberbios. Se deben a los dueños, más que a la verdad o a los lectores. Son ciegos para las noticias constructivas. Sólo rectifican cuando hay poderosos de por medio. Son superficiales. Convierten la información en amenaza o chantaje.
[1]Y así no se hace periodismo y peor aún se construyen realidades básicas para la gente y aún más están comprometiéndose con su verdad periodística.
No basta decir la verdad; hay que protegerla. La verdad es propiedad de la sociedad; no es ni del periodista, ni del medio. Las verdades del periodista son humildes. La verdad periodística es la exactitud en la versión del hecho diario.
Las verdades del periodista son provisionales. Es responsabilidad de periodista que la información proveniente de las fuentes llegue sin ser contaminada al lector. La reserva del nombre de la fuente es la excepción; lo normal es el lector conozca de dónde procede la información. No basta contar la verdad, hay que hacerla entender porque ver no es entender. No hay que intentar ser objetivo sino ser honesto. La imparcialidad no está en conflicto con el compromiso del periodista. La verdadera aristocracia consiste en no mentir.
[2][1] Javier Darío Restrepo. El zumbido y el moscardón. Nuevo periodismo. Taller de ética periodística.
[2] Javier Darío Restrepo. El zumbido y el moscardón. Nuevo periodismo. Taller de ética periodística.
Redacción: Daniela De la Cueva.
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